8. El soborno es el recurso cuando falta la autoridad.

Los padres que sobornan o que se dejan chantajear, tienen una actitud débil frente a sus hijos. Piensan que hay que compensarlos por pedir el cumplimiento del deber; creen que van a traumatizarlos si les exigen; creen que los frustran si no los premian por su labor; sienten culpa cuando sancionan a sus hijos; piensan que deben ser amigos de sus hijos, descuidando sus funciones como padres. Así se convierten en cómplices alcahuetas y les queda difícil exigirles un respeto por la autoridad. También son padres muy orgullosos de sus hijos, por lo que caen fácilmente es sus chantajes. De la posición subjetiva del padre depende la posición subjetiva del hijo.

Los hijos se arman de estrategias para obtener el perdón de una sanción, conseguir el favor de sus padres o evitar una responsabilidad. Algunas estrategias son: El llanto, la pataleta, las demostraciones de cariño, los éxitos escolares, las amenazas, etc. Depende de la respuesta que un padre le de al chantaje de su hijo, el que este se salga con la suya o no!

El chantaje emocional conmueve el ánimo de la persona amenazada; es frecuente allí donde el hijo es el “rey del hogar” y donde los padres sienten pesar o temor a “traumatizarlo” si no son condescendientes. Las familias se pueden dividir en dos: aquellas donde los padres gobiernan a sus hijos, y aquellas donde los hijos mandan a los padres. Reconocer que se puede estar fallando en el manejo de la autoridad al recurrir al soborno, es el primer paso para pensar en cómo intervenir de un modo diferente. Sobre esto no hay una recetas. Cada padre se las arregla como puede. La alcahuetería y flexibilidad en las normas, tanto como su extremo, el autoritarismo, no son las mejores estrategias para educar a un hijo. Tampoco lo es el recurso al soborno.

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