85. La identificación.

En el proceso de constitución subjetiva del ser humano, la identificación juega su papel: todo niño se identifica con la imagen de perfección que le propone la madre. El niño toma esa identidad como si fuera la de él; toma de la madre el deseo de ser eso que ella le propone. Por ejemplo, si una madre le plantea a su hijo que sea “la luz de sus ojos” o “todo para ella”, él se identificará con esa imagen, se esforzará en ser lo que su madre desea, convirtiéndose en el que completa imaginariamente a la madre.

Para el niño es necesario y suficiente, para obtener el amor de la madre, con ser eso que ella desea. Todo niño toma su identidad del deseo de la madre y por su dependencia de amor va a tomar ese deseo como propio.

Lo que completa a una mujer que desea ser madre es un hijo. Ella siente una falta, una incompletud, busca algo que la haría completa y que puede estar representado en un niño. Un hijo la hará sentir completa en la medida en que él se identifica con la imagen que ella le propone y que desea para él.

Desde la perspectiva del niño, es él el que la hace feliz; no sabe muy bien por qué, pero percibe que él es el que la completa. Lo que se le ocurre a ella como valioso es lo valioso para el hijo; lo que se le ocurre como indigno es lo indigno para el hijo. Aquí la madre es la que decide, es todopoderosa y decide que es lo que desea hacer de su hijo. El problema reside en que el deseo de la madre es inconsciente, es decir, que ella puede conscientemente anhelar lo mejor para su hijo, pero inconscientemente desear lo peor: “que sea un Don Nadie”, “que no sirva para nada”, “que sea un perdedor”, etc. Y el niño, por estar atado al deseo de la madre, se identifica también con esas imágenes que le propone la madre llegando efectivamente a ser “lo peor”. Es lo que sucede con muchos niños de los que se quejan sus madres: “es que es muy necio, insoportable, no cuida nada”; pues bien, lo que puede estar sucediendo es que el niño está identificado al verdadero deseo de la madre, a la imagen que ella inconscientemente le propone: “que no sea bobo, que no haya que empujarlo, que haga lo que quiera”, etc.

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