93. Medios de comunicación y consumo.

Está fuera de toda duda el poder de influencia y de manipulación que tienen los medios de comunicación sobre la psique de niños, jóvenes y adultos. Son muchos y muy variados los mensajes y las voces, puestas por los medios de comunicación, al servicio del mercado, y que nos dicen a todos a qué debemos parecernos y cómo debemos ser. Predominan aquellos mensajes relacionados con la sexualidad y la violencia, y todos los que tienen que ver con tendencias, modelos y modas: A qué hay que igualarse para estar al día, para estar en forma, para parecer más joven, para parecer un hombre de verdad o un empresario competente; para parecer la mujer, la madre, el niño y el joven que hay que ser. Todas esas voces nos dicen lo que hay que consumir para ser un sujeto que está de acuerdo con los tiempos de hoy.

Vivimos en un mundo donde el mercado hace uso de dichos medios para incitar a la gente a consumir toda clase de productos que le prometen felicidad al sujeto. Los medios de comunicación, a parte de informar, educar y entretener, también se han convertido en la forma de influencia más poderosa: gracias a ellos se establecen en el mundo gustos, modas, modelos, formas de pensar y actuar, ideas e ideales -de carácter utilitarista y materialista-. A la economía de mercado le ha resultado esencial el uso de los medios de comunicación para la promoción de sus productos, pero esto ha tenido como efecto la transformación de la sociedad en una sociedad de consumo.

La ciencia y el mercado se han unido para explotar el deseo del hombre con el capitalismo. El mercado promete el objeto de deseo de los hombres; de aquí surge ese consumismo alocado del proletariado moderno. A éste, el mercado le hace creer con su propaganda, que debe comprar ese "nuevo" objeto que ha salido al mercado para satisfacer su deseo y así ser feliz. Pero el capitalismo relanza el deseo con cada nuevo objeto que saca a la venta; lo relanza porque no hay, no existe el objeto que pueda venir a satisfacer el deseo. El deseo del hombre es, por naturaleza, imposible de satisfacer.

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