469. Sobre el diagnóstico de la estructura clínica.

Para hacer el diagnóstico de la estructura, el psicoanalista no se fija en la conducta del paciente, ni en su inteligencia o su bondad, o si tiene buenas costumbres o viste de forma extravagante, no; “Seríamos muy inocentes si a juzgar por cómo viste un analizante podríamos elaborar un diagnóstico de estructura” (Pérez, 2018). El diagnóstico de la estructura la hace el analista escuchando al paciente. Por eso se dice que la clínica psicoanalítica es una clínica de la escucha, opuesta a la clínica médica, que es una clínica de la mirada: ir a ver qué tiene el paciente: dónde le duele, qué lesión tiene, a qué responde su malestar: un virus, una bacteria, etc.

Así pues, “nada puede decir el psicoanálisis por la conducta de un sujeto; repito: nada. Si un sujeto se pone a gritar en una esquina cualquiera y, a la vez, a romper vidrios de un coche y, a la vez, a golpear a la gente: eso, para los psicoanalistas, no significa más que un sujeto que grita, rompe vidrios y golpea” (Pérez, 2018). Para hacer el diagnóstico de la estructura psíquica de un sujeto, es decir, llegar a saber si es un psicótico, un perverso o un neurótico, hay que determinar la posición subjetiva de ese sujeto, y esto solo se hace escuchando lo que él tiene para decir de lo que le está pasando y lo que está pensando sobre él mismo y el mundo que le rodea.

El diagnóstico de la estructura clínica es muy importante en el trabajo analítico, ya que con él se puede determinar si se recibe o no en análisis a ese paciente que viene a terapia. Para determinar la posición subjetiva del sujeto en cada una de las estructuras clínicas, se podría establecer, en términos generales, que "el neurótico es justamente el sujeto que tiene la más aguda experiencia de la falta de la causa de ser" (Miller, 1997), es decir, es el que experimenta, de la manera más aguda, su falta de ser: se pregunta «¿quién soy yo?», «¿para qué existo?», «¿cuál es el sentido de mi existencia?», y además, sabe que se va a morir. El sujeto neurótico es el sujeto de la duda, encarna perfectamente al sujeto cartesiano, ese que duda de todo: no sabe lo que quiere, no sabe para dónde va, no sabe si le gusta lo que hace, o si lo que hizo estuvo bien o mal hecho, etc.

En cuanto a la posición subjetiva de un perverso se puede decir que un verdadero perverso es un sujeto que “ya sabe todo lo que hay que saber sobre el goce” (Miller, 1997). El sujeto perverso no tiene dudas sobre cómo alcanzar la satisfacción sexual: sabe a dónde ir, qué hacer, cómo hacerlo y con quién. Es muy distinta esta posición a la del neurótico, el cual permanentemente se está preguntando si él está gozando o no, o si alcanzó la satisfacción sexual o no. Un verdadero perverso “sabe muy bien que existe para gozar y el goce le es, en sí mismo, una justificación de la existencia.” (Miller). Piénsese por ejemplo en el asesino en serie Garavito, abusador sexual y homicida de más de doscientos niños en Colombia.

Y con respecto a la psicosis, lo que fundamentalmente caracteriza al psicótico es que se trata de un sujeto de la certeza: él tiene una certeza sobre lo que le está pasando, y esta certeza funda su delirio -por ejemplo: «soy la mujer de Dios y he venido a crear una nueva raza de hombres» (caso Schreber de Freud, 1911)-. La certeza del psicótico suele recaer sobre su ser o sobre la persecución por parte de un extraño, es decir, el sujeto testimonia tener experiencias inefables o experiencias de certeza absoluta, ya sea con respecto a su identidad o que un enemigo lo está acosando. "Un paranoico sabe por qué existe, tiene una razón para existir” (Miller, 1997). Schreber, por ejemplo, “sabe que existe para transformarse en mujer y, con Dios, producir una nueva humanidad. Cuando alguien tiene una misión como ésta podemos decir que su existencia está justificada.” (Miller).

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